viernes, 8 de septiembre de 2006

¿Camina la Iglesia Católica en Chile?

La referencia a la acción de caminar obviamente se refiere a progreso y evolución, así como hace eco del documento titulado “¿Hacia donde camina Chile?” suscrito por el presidente del episcopado Alejandro Goic y el Cardenal Francisco Errazuriz. Ya que para la gran mayoría de los chilenos –al menos en esta materia- Chile camina lento pero seguro hacia el desarrollo, la tolerancia, la primacía de la razón y la correcta adopción de medidas de salud pública. Frente a lo mismo ¿alguien sabe si es que la Iglesia Católica camina? El discurso pomposo y empalagoso de aquellos que cuestionan al Gobierno por hacer oido de el sentir de la ciudadanía; por enfrentar una realidad con medidas objetivamente practicables, científicamente correctas y de manera responsable es exactamente el mismo, no similar, sino que idéntico, a aquel en virtud del cual se rasgaron vestiduras cuando en la década de los sesenta se presentó a la comunidad la pastilla anticonceptiva; y a la luz de los hechos que registra la historia podemos constatar que:
  • la sociedad civil no se desintegró,
  • no se implantó un estilo de vida propia de Sodoma y Gomorra en nuestra sociedad,
  • no arribaron los tiempos apocalípticos,
  • no ardimos en el infierno, y
  • nada al menos parecido ocurrió.

Paradójicamente, la Iglesia Católica a través de su escrito califica la política de salud de nuestro Estado como “propia de regímenes totalitarios”; en orden a no abusar de la paciencia del lector renegaré de mi tentación de enrostrar la casi simbiótica relación de esta Iglesia con los regímenes totalitarios, o el totalitarismo en su faceta más pura: imposición de ideas en arenas diversas a la política. Pero creo que incluso el menos informado de los lectores entiende que la virtud impositiva de los regímenes totalitarios surge del hecho de ser una minoría que niega el poder a la mayoría, y que por lo mismo, impone –por lo general a través del terror y de las amenazas- concepciones que son disímiles al sentir de esta última. Entonces, si la mayoría de las mujeres y de toda nuestra sociedad, está de acuerdo con que el levonogestrel no es abortivo (tal como lo ratificara la autoridad de salud y nuestra Corte Suprema de manera refleja), si una gran cantidad de personas está de acuerdo con su entrega gratuita a las personas de menores recursos económicos, si es a todas luces claro que la entrega de una pastilla no aumentará per se los casos de transmisión del VIH, si la gran mayoría entendemos que el anticonceptivo de emergencia no es ni puede ser cancerigeno; y ante esto el gobierno democráticamente electo adopta medidas en orden a satisfacer el sentir y necesidades de la mayoría, ¿puede ese proceder calificarse de autoritario? No es más autoritario acaso, ¿qué una minoría –premunida de un envidiable acceso a los medios- no sólo pretenda imponer su punto de vista crítico, sino que niegue valor a una decisión de la autoridad legítima y temporal de nuestro Estado? ¿no es autoritario, sino al menos criticable, que una minoría y más aún una que por definición no puede ni debe intervenir en las funciones de la autoridad civil, pretenda que cada decisión o acto de autoridad del gobierno les sea previamente informado y consultado? De hecho, el primer rasgo autoritario de una persona o grupo es entender que su opinión es infalible y que todos están obligados a consultar su opinión o a solicitar su venia en orden a desarrollarse en sociedad. Y por último, y quizás desde una tribuna más visceral, ¿qué tiene que opinar la Iglesia Católica sobre la fertilidad, la sexualidad y el sexo de los chilenos? Más aún cuando al tratar de imponer autoritariamente su “moralina” no sólo en los actos de Estado, sino que en la vida de cada uno de los chilenos señalan erradamente que es el Estado quien debe educar a los chilenos en materia de sexualidad. La menos amplia de las frentes entiende que la labor educativa en materia sexual por parte del Estado es y debe ser complementaria de la labor de los padres.

Por otra parte, entendible es -en todo caso- que la Iglesia Católica exija al Estado que enseñe sobre sexualidad a los jóvenes, toda vez que es casi contradictorio y cuando se presenta es sólo una excepción que confirmaría la regla, que colegios de orientación religiosa –o administrados por comunidades religiosas- contemplen en sus planes y programas de estudio educación sexual propiamente tal, toda vez que el sexo sólo se puede practicar dentro del matrimonio, únicamente para procrear y siempre, todo lo que se asemeje o “suene” a sexualidad es pecaminoso, censurable y, como siempre, reprimible. El protocolo de acción frente a la solicitud de la anticoncepción de emergencia, por mujeres menores de dieciocho años y mayores de catorce, contempla la orientación de las jóvenes, la atención por médicos y, en definitiva, la no entrega de la pastilla a cualquiera y en cualquier ocasión, y del modo más responsable que sea posible; por tanto, el Estado y las autoridades de salud sólo pueden ser calificadas de consecuentes y consistentes. Razón por la que una vez más, con sus alaridos a Iglesia Católica no sólo opina de materias que no son de su competencia, no sólo actúa autoritariamente al imponer su opinión adornándola con ribetes de verdad revelada, sino que una vez más, demuestran la parcialidad de su actuar y lo visco de su criterio. Vaya el más amplio de los apoyos a la gestión de salud del Gobierno, ya que en estas materias, lo que siempre es deseable es la presencia de principios de equidad en el acceso a tratamientos y medicamentos que por su precio, limitan su consumo a los barrios más acomodados, es más, recuérdese lo señalado por el gobierno en los siguientes términos: “Por su carácter incuestionablemente democrático, el Gobierno no impone conductas, sino que pone a disposición de la población opciones con las cuales nos hacemos cargo de una realidad de nuestra sociedad. El inicio cada vez más precoz de la actividad sexual en los jóvenes y el embarazo de las adolescentes”. Muy por el contrario de lo que pretende hacer creer la Iglesia Católica –confundiendo la información de manera tendenciosa como es su costumbre- esto es, que la existencia de la posibilidad de que mujeres mayores de catorce años accedan a la anticoncepción de emergencia implica el regalo de las dosis de manera indiscriminada; la acción del Estado sólo busca velar por la igualdad de todas las chilenas que por unos pesos más o unos pesos menos no pueden acceder a medicación que la gente acomodada puede y claramente utiliza en mayor cantidad. De esta forma, cabe preguntarse ... en el caso de que la Iglesia pueda caminar, ¿tiene la voluntad de hacerlo?

Marco A. Hormazábal Ruminot.

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